Manuscrito

 

Yo sé bien que nadie, ninguna persona en este mundo, puede

Saber qué cosa es nuestra vida sino (excepto) nosotros mismos.

La bella vida nuestra es tan imperceptible, tan delicada, por lle-

na de imponderables, que casi no es posible verla. Es posible sola-

mente vivirla, gracias a Dios.

Yo vivo en una especie de sueño, acordándome de todas las gra-

cias que me has hecho.

Y lo que vivo es una especie de sueño, acodándome de todas las gra-

cias que me has hecho.

Y lo que vivo es una vida nueva, una vida que siempre yo he

Buscado y nunca hallé. Es una cosa ella sacra y concentrada.

La vida sin ti es una cosa sin sangre, sin razón alguna. Tú eres

<>, mi hogar, tú misma. En ti está mi centro.

(Y el solo quererte me purifica). Ella es el abandono, la confían-

za completa.

Yo sé que tú eres fiel como una piedra.

Mi memoria es ahora un mundo, se vuelve un Universo vasto y

completo. Y a la vez incompleto, porque ha crecido tanto aunque

parecería que no pudiese crecer más.

Ay, amor grave y tan dulce, tan sin peso a la vez. ¡Alegría mía!.

 

Este texto, al igual que el manuscrito en la página precedente, corresponde a un documento muy apreciado por Doris Dana, quien lo mantuvo hasta el fin de sus días en una caja fuerte.